El reflejo de un destello de luz golpea fuertemente sobre una ventana que alcanzo a percibir desde mi terraza, y me pregunto —¿Por qué todos los días será así?—. Veo a través de ella una silueta que no deja de moverse, en perfecta sincronía, mientras su rostro permanece incógnito debido al potente resplandor, aquel destello de luz que me enceguece y nubla mi visión, así que mi vista sigue enfocada en su movimiento y mis pensamientos se estrellan contra esa ventana de cristal, desesperados por romper la barrera que impide mi completa apreciación, me pregunto —¿Quién será?— siento una nostalgia muy particular.
No tengo noción de las horas, hasta que el destello de luz se desvanece junto al aire cristalino que golpea mi rostro y ya pierdo visibilidad, de aquella silueta que mi atención se ha robado y me ha dejado fuera de lugar, sin embargo continuo plasmando pinceladas sobre el lienzo, en que intento representar lo que he sido capaz de observar.
Al día siguiente el destello aumenta y tengo mayor claridad, sigo vislumbrando aquellos movimientos con indescriptible armonía y compás, me pierdo y siento el ritmo de la melodía que aquella silueta sigue interpretando,— ¡Vaya completa obra de teatro!—. Percibo un increíble aroma de rosas, y siento que mis sentidos se van agudizando, mientras no dejo de observar aquella ventana que me tiene divagando, pero nuevamente el destello de luz me abandona y se roba mi espectáculo.
No llevo cuenta de los días en que he sido victima de aquella droga que mi adicción ha ido incrementando, cada vez siento aquellos movimientos más cerca, cada vez la melodía incrementa su fuerza, cada vez la luz me proporciona mayor percepción, cada vez los detalles van aumentando su precisión, hasta que…
He visto la ventana abierta, mi corazón se ha acelerado y he sentido mil revoluciones por segundo, la piel se me ha puesto de punta y se me ha cortado la respiración, —¿he visto tu rostro?— me repito que no puede ser posible—, ¿acaso puede serlo?— tiene que serlo— ¿quién más que tu podría interpretar esas piezas con tan semejante perfección?, cincuenta mil recuerdos han arremetido mi cabeza en ráfaga, —¡he pensado en ti!— no podrías dimensionar cuánto, he pensado en la forma en que una vez nos amamos, y juro solemnemente que he intentado encontrar lo que sentí por ti en otro lugar, pero me ha sido imposible, —¡he pensado en ti!— en como caminabas por la playa junto al sonido estremecedor de las olas, mientras juntos veíamos el atardecer caer, —¡he pensado en ti!— en que no he podido encontrar musa semejante, en que he sentido un vacío por tanto tiempo y que sólo ha desaparecido mientras te tuve en mi vida.
He pensado en tu pureza y tu bondad, he pensado en tus gestos y tu formas de belleza, he pensado en nuestras travesías y torpezas, he pensado en lo simple y lo maravilloso de nuestra compañía y—¡he tratado de convencerme!— que dejarnos marchar fue la mejor decisión, pero he recordado cada momento, he visitado cada rincón del mundo esperando olvidarte, hasta que me he resignado y por un momento llegué a dejar de pensarte, había bloqueado esa parte parte de mi vida contigo, y de repente… —¡te he tenido en frente, quién sabe por cuanto tiempo!— ya me había hecho la idea de que nos encontraríamos —!Amor de mi vida!— quizá después de la muerte, pero y —¿ahora qué se supone debo hacer? ¿Puede ser esto coincidencia?— será que estamos destinados a estar juntos o así es como debe terminar.
—L.